Que la inmensidad de la tarea no te detenga.
Que el alcance del proyecto no te desanime.
Que la profundidad del desafío no te paralice.
Bájate del tobogán del bloqueo o de la hamaca de la procrastinación, dividiendo la tarea o el proyecto en piezas más pequeñas, manejables, asequibles.
Trocear el proyecto nos permite identificar las tareas más importantes y las menos importantes, las más fáciles y menos fáciles. Nos facilita levantar una hoja de ruta y mantener en la senda cuando aparezcan los desvíos.
Pero, más importante aún, ir marcando tus pequeños avances te dará la motivación suficiente para seguir avanzando. Algo similar a lo que nos ocurre cuando armamos un rompecabezas, montamos un lego o hacemos un crucigrama.
A como vamos avanzando, liberamos dopamina y este neurotransmisor nos anima a terminar lo que empezamos!.
Ya lo dijo Henry Ford: “Nada es particularmente difícil si lo divides en pequeños trabajos”.
Quien comienza tiene una buena parte del camino asegurado. Y quien divide las tareas, tiene altas posibilidades de completar el resto.
No te cruces de brazos. Comienza con algo fácil.
Para empezar, empieza.