Cuando pienso en el cambio, pienso en una montaña rusa.
Hay quienes se suben encantados a ellas, otros que lo hacen bajo presión social y también quienes lo han descartado absolutamente de sus vidas.
Ya subidos, al experimentar el vértigo algunos enloquecen de la alegría y otros se prometen no repetir jamás la vivencia. Entre estos últimos habrá quienes, pese a su juramento, se vuelvan a montar y le agarren “el gusto”.
Mientras cada quien tirará de experiencia, o de su propios recursos, para gestionar las subidas, bajadas y los giros inesperados siempre habrá amigos que dan acompañamiento moral sin despegar sus pies de tierra firme así como espectadores que se entretendrán desde abajo con la diversidad de gritos o reacciones.
No me sorprendió saber que existe un día dedicado a la Montaña Rusa. Es el 16 de agosto. Tengo amigos para los que no tiene precio sentir la adrenalina y los nervios al subir la cuesta y que luego se ufanan de que levantaron valientemente las manos mientras descendían a toda velocidad. Algunos tienen pruebas fotográficas de su disfrute!. Yo reconozco que soy de quienes mantienen sus pies en tierra firme.
Pero volviendo a mi analogía, gestionar el cambio es gestionar emociones y reacciones. Es enfrentarse -como en una montaña rusa- a subidas, bajadas y giros inesperados o a desvíos que aunque se esperan o nos los han anunciado, nos activan miedos y temores.
Y cuando se trata de cambios organizacionales -nuevos sistemas, nuevos procesos, nuevos procedimientos, nuevas estructuras, etc.- debemos elegir cuál será nuestro rol. Lo pienso en términos antagónicos porque el cambio ya ha sido definido. Y aunque no compremos el boleto nos suben a la montaña rusa. Nos guste o no tenemos una decisión que tomar:
⚖️ Proactivo vs reactivo
⚖️ Dirigente vs resistente
⚖️ Protagonista vs espectador
⚖️ Embajador vs detractor
⚖️ Innovador vs seguidor
En mi experiencia, gestionando cambios, lo que mejor funciona es abrazar conscientemente la primera parte de estas dicotomías.
Porque con sus altos, bajos y giros, la vida -al igual que nuestra carrera profesional- es como una montaña rusa y siempre tenemos la posibilidad de definir cómo vivirla o reaccionar.
Aunque no podemos escoger lo que nos sucede, siempre podemos escoger cómo reaccionar a ello.