Antes de actuar, afila el hacha. Define primero cuál es el problema -o el problema detrás del problema- para definir donde concentrarás, y de qué manera, tu tiempo, recursos, energía y enfoque.
Cuando se nos presenta un problema, una situación especialmente difícil o sensible, nuestro cerebro baraja muchas opciones para resolverlo, tantas, que es posible que lleguemos a bloquearnos, que recurramos a sesgos cognitivos para resolver, o que terminemos seleccionando la menos adecuada motivados por el sentido de urgencia.
Así que antes de actuar, afila el hacha. Define primero cuál es el problema -o el problema detrás del problema- para definir donde concentrarás, y de qué manera, tu tiempo, recursos, energía y enfoque.
Porque uno de los mayores errores que podemos cometer es tratar de resolver el problema, situación o dificultad, sin plantearlo adecuadamente. La clave es el diagnóstico. Un diagnóstico que no nos sumerja en el bucle de la parálisis por el análisis. Sino un análisis donde nos planteamos las preguntas correctas para encontrar la respuesta más adecuada.